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A 200 años de su siembra, el espíritu de Pedro Camejo prevalece en el corazón de la Patria

Apenas comenzaba el combate cuando el fuego enemigo cegó la vida del patriota Pedro Camejo, aquel 24 de junio de 1821, en la Batalla de Carabobo. Había ofrendado su vida el hombre que por costumbre estaba en la primera fila de la ofensiva del Ejército Libertador. Hoy el pueblo venezolano honra su gesta por ser uno de los miles que combatieron convencidos de acabar con su fuerza moral y coraje, los 300 años de expansionismo europeo y coloniaje español.

Ser llamado el “Negro Primero”, le valió de reconocimiento por su constancia y por ser el primero en los combates. Su frase celebré quedó para la historia: “Delante de mí solamente la cabeza de mi caballo”. Como lugar teniente del General José Antonio Páez, Jefe de los lanceros y del Batallón Bravos de Apure del Ejército Libertador, brilló como valiente compañero de armas y alcanzó el grado de oficial de caballería (teniente) en la Guerra de Independencia.

Cuenta en sus memorias José Antonio Páez, que en medio del fragor de la batalla, de pronto vio a un jinete que se acercaba a él. Al reconocer a Pedro Camejo, le gritó:—¿Qué te pasa, negro, es que tienes miedo…?—No, mi general —respondió Pedro Camejo, y agregó:— es que vengo a decirle adiós, porque estoy muerto.

Camejo, nació en San Juan de Payara, actual estado Apure, en el año 1790, en la hacienda de un español de nombre Vicente Alonso. Hijo de esclavos negros procedentes de Guadalupe, isla francesa en el grupo de sotavento caribeño; de escasa preparación educacional, pero de carácter vivaz y ladino.

Corpulento y ágil, fue un extraordinario domador de caballos salvajes, además de arriero, en la hacienda de Vicente Alonzo; pero su amo le temía por su espíritu libre, a tal punto que prefirió deshacerse de él y lo mandó a unirse a las tropas del asturiano José Tomás Boves, un servidor del rey Fernando VII, quien comandaba las tropas Realistas, conformadas por negros esclavos, llaneros, pardos para luchar contra sus opresores, los blancos criollos o mantuanos, quienes habían proclamado la Independencia de España.
El ejército popular con Boves a la cabeza asolaba los campos y poblaciones de la Capitanía, con la autorización de tomar los bienes de los blancos criollos y asesinarlos; así como practicar el vandalismo contra sus propiedades y vejar a sus mujeres. Una venganza contra los blancos criollos, reflejo del odio contra quienes les mantenían en condición de esclavos y utilizaban los argumentos independentistas para tomar el poder sin favorecer la igualdad política, la libertad y la eliminación de las castas en la sociedad.

Así Camejo acompañó a Boves hasta su muerte, ocurrida en la Batalla de Úrica, el 5 de diciembre de 1814, cuando retornó a Apure.

Pedro Camejo y el General José Antonio Páez, se conocen en 1816. A partir de ese momento, y por solicitud del propio Negro Primero, el Ejército Libertador cuenta con un soldado comprometido, un centauro y lancero aguerrido, audaz y de gran valor. El encuentro entre ambos se produjo en Achaguas. José Antonio Páez cuenta lo que pasó en su autobiografía:

“Cuando yo bajé a Achaguas, después de la acción del Yagual se me presentó este Negro, que mis soldados de Apure me aconsejaron incorporase al ejército, pues les constaba a ellos que era hombre de gran valor y sobre todo muy buena lanza. Su robusta constitución me lo recomendaba mucho, y a poco de hablar con él, advertí que poseía la candidez del hombre en su estado primitivo y uno de esos caracteres simpáticos que se atraen bien pronto el afecto de los que lo tratan”, escribió Páez.

Con su presencia inquebrantable en las grandes cargas de caballería Camejo destacó, entre otras, en las batallas de Mata de la Miel, El Yagual, Mucuritas, Toma de las Flecheras Achaguas, Banco Largo, Las Queseras del Medio, por cuya acción fue condecorado con la Orden de los Libertadores de Venezuela, y en la segunda Batalla Carabobo, donde perdió la vida.

A Bolívar, siempre que tenía oportunidad le gustaba conversar con el Negro Primero. Se conocieron en Apure, en una visita que hizo el Libertador al General José Antonio Páez en 1818, durante la Campaña del Centro.
El propio Páez narra el primer encuentro al que Bolívar llegó conociendo los antecedentes: “(…) Se le acercó con mucho afecto, y después de congratularse con él por su valor, le dijo:

– ¿Pero qué le movió a usted a servir en las filas de nuestros enemigos?

Miró el negro a los circunstantes como si quisiera enrostrarles la indiscreción que habían cometido, y dijo después:

– Señor, la codicia.

– ¿Cómo así? —preguntó Bolívar.

– Yo había notado, – continuó el Negro -, que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata, uno para el negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí.

Dice la historiografía que Pedro Camejo tenía un hermano, José Paz, y apodado “el mundo”, quien era catire y un poco peleón, muy aficionado al baile, sobre todo al joropo. Su diferencia de color y de origen (Pedro era de San Juan de Payara y el catire de Guacharas) nunca se interpuso al sentimiento de hermandad que los unía, además de la causa patriota. José transitó el camino militar de los patriotas ofrendando su vida a la causa emancipadora en el Paso de Los Andes, acompañando a Bolívar.

En 1821, durante la Batalla de Carabobo, formando parte de uno de los Regimientos de Caballería de la Primera División al mando del General José Antonio Páez, Pedro Camejo, recibe una herida de un fusil en pleno combate ue le cegó la vida.

Páez plasmó: “El día de la batalla, a los primeros tiros, cayó herido mortalmente, y tal noticia produjo después un profundo dolor en todo el ejército. Bolívar, cuando lo supo, la consideró como una desgracia y se lamentaba de que no le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre que llamaba sin igual en la sencillez, y, sobre todo, admirable en el estilo peculiar en que expresaba sus ideas”.

Su viuda, Doña Andrea Solórzano, logró ver cómo el sacrificio de su esposo y los ideales del Libertador eran traicionados, mas tarde, por esos mismos mantuanos que negaban la posibilidad de ser libres e iguales a los negros, a los llaneros y en fin, al pueblo venezolano.

Sumida en la pobreza, en 1846 Andrea Solórzano, reclama al presidente de la República que le concediera la pensión. El presidente José Tadeo Monagas le otorga un año después el merecido reconocimiento a la viuda de Negro Primero, por la cantidad de 10 pesos mensuales.

Como anécdota, el escritor, periodista y médico venezolano Arístides Rojas, cuenta en su obra “El Negro I”, cómo Camejo reclamó un día a sus compañeros por cazar en la sabana por diversión.

— “Eso es malo, señores, matar al animal de Dios, sin necesidad. Esos animales son necesarios para la cría” —, les reclamó el Negro Primero, ante lo cual el Coronel Figueredo, hombre recio y de pocas palabras contesta: — “siempre este negro esta predicando humanidad, cuando es el primer agresor en la pelea — a lo que Camejo replicó: — “Yo no ataco a nadie, por gusto.

Y Figueredo objeta: — ¿Y esos españoles que sacrificas en cada encuentro? — Dice Camejo: — “Yo no los mato. Ellos mesmos se matan. Vienen sobre mí y los recibo en mi lanza y ellos se ensartan”.

Justicia social ante la Constitución
La lanza de Pedro Camejo, Leonardo Infante, Francisco Aramendi y Juan José Rondón entre otros –cruciales por su participación en las batallas conocidas como en Pantano de Vargas, Boyacá y Carabobo- se ve reivindicada hoy en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.

Por primera vez en la historia constitucional del país, se integra la pluriculturalidad y el reconocimiento expreso a la raíz africana dentro del proceso de construcción del pueblo venezolano.

Anteriores Constituciones condenaban la discriminación; empero, la Carta Magna de 1999, reconoce en su Preámbulo-, la condición de origen de nuestra sociedad “multiétnica y pluricultural”.

El 24 de junio de 2015, el presidente Nicolás Maduro encabezó el acto de traslado de los restos simbólicos de Pedro Camejo, al Panteón Nacional. La ceremonia se realizó bajo una lluvia torrencial el mismo día que se cumplía no sólo un aniversario de la heroica Batalla de Carabobo, sino las fiestas de San Juan Bautista, que son ampliamente celebradas por la comunidad afrodescendiente venezolana en los estados Aragua, Miranda, La Guaira y parte de Carabobo y que coinciden con el solsticio de verano, el día más largo del año en el hemisferio norte.

Ese día, el presidente Nicolás Maduro, reiteró que la llegada de Camejo al Panteón era un hecho de justicia social que vencía al racismo histórico que marcó la política de las oligarquías que sometieron y dominaron a los pueblos por 300 años.

Camejo “no estaba en el Panteón por la misma razón por la que no estaba el Cacique Guaicaipuro y por la misma razón que trataron de tapar y borrar la historia de Ezequiel Zamora, de manchar y hacer olvidar la historia gloriosa de Cipriano Castro y los ideales y pensamientos de nuestro Libertador Simón Bolívar”, apuntó el jefe de Estado.

Hoy cuando se cumplen 200 del Bicentenario de Carabobo, es justicia conmemorar a Pedro Camejo, como uno de los tantos que con humildad, fervor patrio e hidalguía, ofrendó su vida para acabar con el vasallaje extranjero de 300 años. “El Negro Primero”, es uno de los próceres de nuestra independencia que se agiganta y vive en nuestra memoria para recordarnos el rostro del pueblo que hizo posible nuestra gesta emancipadora aquel 24 de junio de 1821.