Han pasado dos años de una fecha victoriosa para el pueblo venezolano: La Batalla de los Puentes y con ello la preservación de la paz.
El hecho violento y de carácter terrorista escenificado el 23 de febrero de 2019, dejo dos verdades escritas en nuestra historia: La primera es que los venezolanos aman la paz y con un legado de libertadores en unión cívico-militar-policial, derrotó al fascismo y la otra que sin duda, es un capítulo oscuro, que despejó la traición de la ultraderecha nacional que pagada por la Casa Blanca, pretendió dar un golpe de Estado con una invasión militar en el suelo de Simón Bolívar.
Hoy el pueblo consciente lleva en su imaginario este capítulo y con ello un alerta permanente frente a los reductos entreguistas. ¡Aquí no se rinde nadie!, Es la consigna que el Presidente de la República Nicolás Maduro, y el soberano encarnizaron para elevar las banderas del combate antiimperialista.
Se recuerda con mucha precisión desde entonces como con un guion imperial de una falsa ayuda humanitaria, basado en la mentira, la traición, las balas y una mediática internacional fabricada para intervenir militarmente al país, amaneció la frontera colombo -venezolana el 23 de febrero de 2019. Fue una acción ejecutada en franca violación al Derecho Internacional Público.
La fracasada invasión por el estado Táchira principalmente, contaba con mucho dinero proveniente de la administración de Donald Trump, que más tarde sería aprovechado como un gran negocio para llenar las arcas del partido de ultraderecha Voluntad Popular. El pueblo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y las policías estadales libraban La Batalla de los Puentes.
La orden para crear las condiciones objetivas de la agresión a la República, fue dada por un venezolano que de manera servil articuló para entregar la Patria con la orden, “el juego cambió y la ayuda humanitaria entra sí o sí”, era el mensaje del exdiputado, Juan Guaidó y que abría las puertas de una posible invasión, pero que no contaba con la fuerza de un pueblo bravío.
Venezuela, respondió de manera soberana y el Presidente Nicolás Maduro, denunció ante los medios internacionales en rueda de prensa el 8 de febrero: “Nos bloquean 30 mil millones de dólares en el exterior y luego le ofrecen a la oligarquía una comida podrida y contaminada, es un show y aquí no somos mendigos”, aseveró el jefe de Estado quien garantizó la paz de la República en esas horas aciagas.
Entre los protagonistas con rostro, se contaban los mandatarios de Colombia, Chile y Paraguay, Iván Duque, Sebastián Piñera y Mario Abdo Benítez, respectivamente. Con ellos los acólitos de Donald Trump: Luis Almagro, secretario General de la OEA y Elliot Abrams, el exenviado especial de Estados Unidos para Venezuela. Estos últimos los grandes fracasados de La Batalla de los Puentes.
El guion fue respaldado por un amplio despliegue mediático y sobre todo con el subterfugio del negocio de la guerra. Con manipulaciones y mentiras se trataba de transmitir que mediante el paso de una falsa ayuda humanitaria, Venezuela agredía a Colombia, para tener el pretexto de aplicar una invasión militar.
Los puentes como escenarios para la guerra
El blanco fueron los puentes fronterizos. El principal, el Puente Simón Bolívar, en la zona de Villa Rosario, al norte de Santander, donde el político y prófugo de la justicia venezolana, José Manuel Olivares, dio la primera orden de atacar la barricada que protegía el suelo tachirense con un vehículo sustraído de la Guardia Nacional Bolivariana, y que buscaba los primeros muertos de manera irresponsable.
Junto a Olivares, se encontraba, Vilka Fernández, quien había sido librado mediante el Diálogo Nacional, de sus cuentas pendientes con la justicia y que para el momento organizaba la violencia con la diputada Gaby Arelllano, también prófuga.
Al otro lado, en el Puente Binacional Tienditas, que conecta al Táchira con el Norte de Santander, el dirigente de la derecha, Ismael García, coordinaba las acciones para ingresar a la fuerza, la mal llamada ayuda humanitaria.
Los ojos del mundo estaban sobre Venezuela, a la espera de que se cumpliera el guion preestablecido: la invasión militar.
Contrario a lo esperado, las gandolas que siempre permanecieron en Cúcuta, fueron incendiadas en una acción desesperada por ocultar el fracaso del golpismo. Con bombas molotov, la manada de paramilitares contratados previamente por Voluntad Popular, comenzaba a establecer una verdadera guerra del lado colombiano.
Pasaron apenas horas para descubrir que las gandolas solo contenían un poco carga de alimentos o medicinas, mientras se completaba el cargamento con provisiones para surtir a los guarimberos paramilitares con cabilla, miguelitos y molotov, entre otros.
De manera hipócrita Steve Olive, funcionario estadounidense de la USAID, para América Latina, indicó por su parte que el organismo tenía planes de participar y supervisar la entrega “una vez que sea seguro”. Aunque la entrega era más una imagen mediática que un contenido de alimentos o medicinas.
La arremetida era imperial. El propio director de la USAID, Mark Green, al ser consultado sobre cuál sería la respuesta de EE.UU. si fallaban los planes para distribuir la «ayuda», expresó en línea con declaraciones del presidente Donald Trump que «todas las opciones están sobre la mesa» para Venezuela.
Por otra parte los organizadores informaron que se buscaría recoger 100 millones de dólares para «tres meses de ayuda humanitaria», que serían recaudados por la Fundación Solidaridad por Colombia, presidida por María Carolina Hoyos Turbay, quien ejerció varios cargos dentro del gobierno de los expresidentes colombianos Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, ambos señalados por participar en acciones violentas contra el Presidente Maduro y el Gobierno Bolivariano, reseña nota de prensa del portal internacional RT Noticias.
Un concierto: el gran negocio
Como parte del negocio de la guerra, la ultraderecha mundial y artistas de más de 30 países, colocaron tarimas en Cúcuta, para desarrollar el concierto “Venezuela “Aid Live”, que apuntaba a recolectar 100 millones de dólares para una supuesta ayuda humanitaria. De los fondos de esta aventura, no se ha dado cuenta, al menos a la fecha, y la parte que en teoría iba al pueblo venezolano, pasó a robustecer las cuentas bancarias de los directivos del partido de ultraderecha Voluntad Popular.
Miles de cámaras de la llamada prensa libre, llevaron las gráficas por el mundo para difundir el mensaje, no de ayuda humanitaria, sino pidiendo la salida del poder del jefe de Estado, tal cual se había previsto en el guión original, para avivar las llamas de la injerencia que omitía la voluntad del soberano que por la vía del voto otorgó la victoria popular al presidente Nicolás Maduro.
Mientras tanto, del lado de Venezuela, vibraba la juventud, con un encuentro musical por la paz que le decía al mundo y al gobierno de los Estados Unidos:
“Trump saca tus manos de Venezuela”.
La derrota moral del entreguismo
En apenas horas, medios internacionales serios, arrojaban con el periodismo de investigación que la supuesta ayuda humanitaria fue quemada por paramilitares en suelo neogranadino. Esos mismos actores conflictuaban la frontera y para final del día ya eran un problema de Estado que debía ser atendido por las autoridades de Iván Duque. Tras ellos, mucho dinero movía los hilos conductores de la guerra.
En Venezuela, reinaba la paz y los protectores de los estados Táchira y Mérida, Freddy Bernal y Jheyson Guzmán, integrantes de la JPSUV, junto al combativo Dario Vivas y la Misión Jóvenes de la Patria Robert Serra, el Poder Popular, la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana, entre muchos otros, daban cuenta de la limpieza de los puentes que habían sido obstaculizados con piedras y barricadas mientras que las voces entonaban el lema, “Leales siempre, traidores nunca”.
La formula “nervios de acero”, como lo había encomendado, Nicolás Maduro, rendía sus frutos.
Los traidores, un minúsculo grupo de militares, reclamaban a Guaidó una protección que nunca les brindó. Sin patria ni bandera, terminaron su carrera.
Los paramilitares manifestaron su ira, al verse burladas las tarifas de pago. Uno de ellos golpeó a Iván Olivares por el incumplimiento.
La mediática daba cuenta de los exorbitantes gastos que se hacían con los fondos provenientes de la supuesta ayuda humanitaria por parte de los políticos de Voluntad Popular. Se mostraban las facturas de las fiestas, comidas y placeres cumplidos en suelo colombiano. El gobierno de Iván Duque, principal artífice y colaborador de la Casa Blanca para la invasión militar, perdía la poca moral que hasta entonces le acompañaba en esa aventura golpista.
Lo propio ocurría con Guaidó, a quien los medios más objetivos, entonces le aniquilaban con la verdad la farsa de la ayuda humanitaria que develaba ser un gran negocio para fortalecer a la burguesía de la ultraderecha en la más grande trama de corrupción que apenas comenzaba.
Desde sus propias filas, saltaron los juicios. ¿Dónde están los reales? Era la pregunta común. En ella se inscribió el diputado de Primero Justicia a la Asamblea Nacional de entonces, José Brito, quien expresó a los medios de comunicación “estamos hablando de los implementadores y por eso estamos pidiendo ayuda (…) la información que manejamos es que cada implementador se quedaba con al menos el 30 % de la ayuda humanitaria”, denunció al referirse a la distribución de los fondos otorgados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
En ese mismo contexto, otro aliado de Guaidó le reclamó en público por el desfalco de los fondos del llamado “Cucutazo”. Se trató de Humberto Calderón Berti, quien ejerció como embajador del autoproclamado en Colombia, reclamándole luego que le fueran retiradas sus credenciales que “había un mal manejo de las cosas y había que prestarle atención. No lo inventé yo. Las autoridades colombianas me dieron la alerta y me mostraron documentos donde se hablaba de prostitutas, licor”, increpó para denunciar el desfalco a través de la doble facturación.
La victoria contra el imperialismo
El espíritu libertario del pueblo de Bolívar se impuso. De la mano de su presidente Nicolás Maduro, de la gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de los cuerpos policiales que junto al pueblo organizado con tácticas y estrategias protegieron la nación y se impuso la verdad.
Se desvanecieron los intereses políticos que buscaban fortalecer la trama de agresión militar y La Batalla de los puentes, dio una nueva victoria de independencia a Venezuela. Hoy los héroes anónimos, miles en esta Batalla de los Puentes, forman parte de la nueva página de la historia patria.
Este escenario también al pasar dos años revela otra verdad, y es que el pueblo castigó a sus opresores el pasado 6 de diciembre de 2020, cuando con el voto popular cambio la Asamblea Nacional, desde donde se habían gestado este y otros actos golpistas a la nación, y donde hoy reina la paz y la esperanza para fortalecer a Venezuela en todos los ámbitos desde donde ha sido golpeada por el fascismo parlamentario saliente.
El pueblo recobró el equilibrio del país con el voto.
Hoy a 2 años de La Batalla de los Puentes, Venezuela le recuerda al mundo que somos un pueblo de paz y que en el ciclo Bicentenario que cumple 200 años, está vigente el legado de independencia del Libertador Simón Bolívar, para defender la Patria de los modelos neocolonizadores.