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La valentía, coraje y lealtad de las mujeres fueron determinantes para la victoria en la Batalla de Carabobo

La mujer participó en la época colonial como sujeta social y demandante de sus derechos civiles y de las libertades políticas. Su contribución en la gesta libertaria de Venezuela fue crucial y su lucha sumó a la victoria independentista en la Batalla de Carabobo.

Hoy en el Bicentenario de esta fecha patria nos sumamos a la lucha historiográfica por visibilizar el rol combativo de la mujer para vencer al dominio español que las subyugó con 300 años de dominación.

Las mujeres también tejieron la historia en los escenarios donde se exigía vencer o morir por la libertad. Muchas se desprendieron de su confort y se sumaron al ideal de unidad cívico-militar que el Libertador Simón Bolívar iba sembrando, el mismo que el ejército patriota consolidaba en cada acontecer histórico.

En la Guerra de Independencia, se hace imprescindible estudiar las condiciones que la sociedad patriarcal le había impuesto a la mujer con la división sexual del trabajo, relegándolas únicamente a las labores del hogar como cuidadoras de la vida y con ello la sumisión ante la sociedad y la iglesia principalmente. Pero siempre no fue así. Ellas combatieron contra el modelo dominante del patriarcado, el racismo y el clasismo impuesto por la corona española y con su participación en el escenario social, político y militar contribuyeron a abrir los caminos de libertad.

La historiadora y docente universitaria, Iraida Vargas-Arenas, nos comenta en entrevista al equipo de la Vicepresidencia Ejecutiva de la República, que “la mujer jamás ha estado ausente, ellas participaron no sólo en los combates, sino en la concepción misma de la guerra y llegaron a pagar incluso con su vida”.

Refiere que el patriarcado auspició que la historia fuese escrita por hombres, lo que legó su ocultación en los hechos relevantes del transitar independentista.

“Podemos decir, que ocultando a las mujeres, se logró negar la propia historicidad de sus luchas, de sus acciones, de todo lo que han hecho, lo que explica por qué hoy día, las luchas de las mujeres están excluidas de las memorias históricas que poseen nuestros pueblos, éstas son memorias masculinas”, narra la investigadora.

Existen referencias de la participación femenina en la Guerra de Independencia en roles fundamentales como madres, esposas, hijas, amantes o hermanas quienes seguían los ideales de libertad de su seres queridos.

De igual modo destacan en los escenarios de combate ideológico como intelectuales y propiciadoras de la tertulia sobre la política, como ocurrió en tiempo de la Sociedad Patriótica en 1811, cuando las damas de sociedad prestaban sus casas para analizar la coyuntura política del momento. También sirvieron como conspiradoras y llegaron a proteger a patriotas en sus casas. Fueron estrategas, guerreras, defensoras de la moral, financistas, espías y en el ámbito del combate militar sirvieron como enfermeras para curar a los heridos, cocineras, costureras, parteras, acompañantes y troperas (Quienes se unían a las tropas del ejército Libertador o Republicano), porque del lado del enemigo ideológico también se contaron mujeres.

Pero sólo una parte las que participaron fueron concebidas en la historia como militantes del pensamiento revolucionario y emancipador que se iba construyendo, las más visibilizadas por lo general fueron las consideradas heroínas y algunas otras de ellas quienes estuvieron cercanas a la vida militar de los hombres.

En esta visión crítica de la historia Vargas-Arenas, nos comenta: “Esa ocultación de las mujeres permitió crear una memoria histórica útil, primero a los intereses de la oligarquía decimonónica, luego de la burguesía nacional republicana y siempre a las estructuras patriarcales; ello –a su vez– ha formado parte de los mecanismos ideológicos que han fortalecido la reproducción de formas diversificadas de sometimiento femenino, lo que ha colocado siempre a las mujeres en situaciones desventajosas con respecto a los hombres”.

La investigadora refiere que el problema social también radicaba en restar participación política a la mujer con la división étnica racial, mezclada con la división por clases y la división por género “de manera que había que hacer estereotipos negativos como: las mujeres no pueden ir a trabajar, porque no saben trabajar o las mujeres son muy sensibles”, entre otros.

Justo en la época independentista las mujeres con su valentía fueron subversivas, siempre a espaldas de las estructuras patriarcales.

En el libro Memorias de la insurgencia, compilado por el Centro Nacional de la Historia, como un aporte a lucha de la mujer se escriben historias de infidencias o hechos protagonizados por las féminas y que fueron calificados por el régimen de Fernando VII, como traición.

Un ejemplo se consigue en la historia de Bárbara García, quien había participado en el movimiento independentista de Manuel Gual y José María España en el año 1.797, y quien fue acusada junto a otras personas en un juicio colectivo, luego de haberse descubierto el complot y a quien la hicieron prisionera y le confiscaron sus bienes. Así permaneció hasta 1802, cuando por falta de pruebas fue absuelta.

En el devenir del tiempo se cita a Josefa Meneses, una esclava mulata de 20 años a quien se le abrió un juicio por infidencia el 8 de noviembre de 1815, junto a otros habitantes de Ocumare por charlatanería y por participar en reuniones sospechosas contra el gobierno español. Se dice que en sus conversaciones habría pronunciado: “que las pascuas próximas las celebrarían los patriotas en Caracas, y se pasaría cuchillo a todos los españoles y criollos leales al rey”.

También se le acusó de decirle a sus compañeros de ideas que “no se afligiesen por la pobreza en que se hallaban, pues ella sabía por un zambo llamado Francisco Luis, que el día de la Pascua se cantaba la Patria en Caracas y que eso estaba ya conseguido”.

Ella negó todas las acusaciones incluyendo que se estaba adiestrando en las armas. Por su condición de esclava, recibió un escarmiento ejemplarizante, se ordenó que la azotarán para que se le quitará esa mala maña de “charlatana”. Estos castigos demuestran las penas que sufrían las mujeres y hombres de la época que se revelaban contra la estructura desigual de la sociedad.
Vargas-Arenas, sostiene que las mujeres no aceptaron esa dominación, “no solamente en el periodo colonial en Venezuela, si no en el resto del mundo, las mujeres siempre lucharon y manifestaron su desapego referente a ciertas prácticas patriarcales. Muchas de ellas vamos a decirlo con fuerza murieron en el intento, por lograr manifestar sus deseos”.

Con carácter subversivo, se sumaron a la Guerra de Independencia

La contribución de la mujer a la Guerra de Independencia, permitió su propia evolución fuera de las tareas del hogar y con ello la conformación de la unidad patriota por la que trabajó el padre de la Patria y con la llegó a Carabobo el 24 de junio de 1821, para derrotar al yugo español.

En este periodo previo a Carabobo de dos décadas de intensas batallas ideológicas y militares, las mujeres se abrieron paso junto a los hombres para compartir los imponderables de la guerra, conducidas por el amor patrio. Pardas, blancas, indias, mantuanas, comerciantes, mulatas, zambas y esclavas, todas se fueron uniendo a la causa libertaria con una fuerza movilizadora. De muchas de ellas no quedaron huellas, y la historia les debe su sitial de heroínas.

Citamos a Luisa Cáceres de Arismendi, caraqueña y combatiente irreductible. Esposa del independentista Juan Bautista Arismendi, a quien siempre defendió y protegió poniendo en riesgo su vida tal como lo demostró durante su encarcelación, fue torturada por los españoles estando embarazada para obligarla a revelar el paradero de su esposo.

Posteriormente es ingresada como prisionera al convento de la Inmaculada Concepción en Caracas y finalmente a Cádiz, España, donde se negó a firmar un documento en el que declara su lealtad a la corona española. Tiempo después de ser liberada fue recibida con honores de heroína.

Joaquina Sánchez, fue una valiente quien luego de la prisión y asesinato de su esposo José María España, líder en las primeras luchas independentistas, intentó levantar la peonada contra las autoridades españolas, motivo por el cual resultó presa y torturada durante 8 años, refiere la Revista Memorias de Venezuela de Venezuela, Edición especial, marzo 2009.

Muchas fueron las mujeres que por su fervor patriótico sufrieron los rigores de la vejación, torturas sobre sus cuerpos por parte del régimen patriarcal y se convirtieron en mártires. En ello se refiere a la zuliana Ana María Campos, de quien se dice “tenía sed de libertad, igualdad y fraternidad”. Fue acusada en septiembre de 1822, por el español mariscal de campo Francisco Tomás Morales, de organizar reuniones clandestinas para derrocar la corona y fue arrestada. Al juzgarla se inmortalizó la frase: “Si Morales no capitula, monda”, que en lenguaje de la época quería decir: “Si Morales no se rinde, muere”.

Ana María Campos, fue sentenciada con un escarmiento público. Se le obligó a montar un burro y andar con el torso desnudo, mientras era golpeada con un látigo por el verdugo Valentín Aguirre. Soportó ser flagelada y torturada públicamente, tras ser liberada nunca se arrepintió de su célebre frase. Falleció a las orillas del Lago de Maracaibo, a los 32 años, tras un ataque epiléptico, se dice que posiblemente causado por todas las torturas a las que había sobrevivido.

Reseñamos a la cumanesa Leonor Guerra, perteneciente a la nobleza de la ciudad quien fue partidaria de los patriotas. En 1816, en una celebración por la victoria de los españoles a cargo de Pablo Morillo, el gobernador de entonces el coronel español Juan de Aldama, al pasar por la casa de Leonor, la vio asomada a la ventana con una cinta azul, símbolo de la causa patriota, lo que le costó prisión y un juicio. Fue sentenciada a salir por las calles de la ciudad montada en un burro enjalmado y a recibir 200 azotes por su delito de “insurgente”. La dama sufrió la terrible humillación, gritando ante el castigo “¡Viva la Patria, Mueran los tiranos!». Murió destrozada al momento de su sacrificio.

Doña Mariquita Figuera, una cumanesa descendiente de españoles se incorporó a la causa revolucionaria en 1.810 cuando había cumplido 80 años y se manejó con una inquebrantable decisión para combatir por los ideales de libertad. Fue capturada y azotada en una plaza de Cumaná y en cada latigazo gritaba ¡Viva la libertad muera la tiranía!. Al ver su valor el jefe español Francisco Tomas Morales, ordenó que fuese decapitada.

Combatientes como Juana Ramírez, “La Avanzadora”, también hicieron historia. Conocida así porque siempre iba adelante y por su participación en las ofensivas llevadas a cabo en Maturín y poblaciones cercanas. En 1813 destacó en el campo de batalla bajo la dirección de Manuel Piar, cuando organizó un batallón llamado “Batería de Mujeres”.

María Josefa Palacios, tía de Simón Bolívar, valiente esposa de José Félix Ribas y acérrima detractora del imperio español, y Dominga Ortiz, esposa de José Antonio Páez, llamada la primera enfermera del ejército patriota; fiel acompañante de su marido, como muchas mujeres, parió y crió a sus hijos en medio de la guerra se cuentan entre muchas otras patriotas.

María Antonia Bolívar y Palacios, hermana mayor del Libertador, fue una mujer que tomó partido en la defensa del orden monárquico manifestado su defensa, aun sufriendo el exilio forzoso, como lo hicieron otras mujeres patriotas.

El Libertador Simón Bolívar, reconociendo la hidalguía de la mujer por su desprendimiento y sacrificio de salvar la Patria describe que “sin su milagro los españoles nos habrían arreado”. Así quedó plasmado en carta a doña Juana Velasco, en Tunja julio de 1819.

“A la mujer nuestros antepasados la consideraban inferior al hombre, y nosotros la consideramos nuestra igual. Unos y otros estamos grandemente equivocados, porque la mujer nos es muy superior Dios la ha dotado de gran perspicacia y sensibilidad, y ha puesto en su corazón fibras delicadísimas, cuerdas muy sensibles a todo lo noble y elevado (…).

En unidad patriótica ellas transitaron a Carabobo

Los años de 1820 y 1821, fueron tiempos acontecidos por las acciones militares al mando del General en Jefe Simón Bolívar, quien venía propinándole varias derrotas a la monarquía. Entre los sucesos más importantes de 1820, se contaba la firma del Armisticio de Trujillo, los días 25 y 26 de noviembre celebrado con el Mariscal de Campo, Pablo Morillo, jefe del ejército Realista y que ponía fin al Decreto de Guerra a Muerte de 1813, que apuntaba a conformar las fuerzas independentistas.

El 1° enero de 1821, el año abre con la noticia de la sublevación del militar español Rafael del Riego, contra el rey Fernando VII, quien lo obliga a capitular y firmar una constitución compartida con el congreso, rompiendo su monarquía.

El 28 de enero del año 1821, Francisco Delgado, Gobernador de la Provincia de Maracaibo declaró su independencia y se liberaba del imperio español.

Entre tanto, Bolívar, en su brillante estrategia militar avanza en la Campaña de Carabobo, con un ejército consolidado y de alta moral, comprometido con ganar la independencia de Venezuela. A su lado las mujeres, ahora en un capítulo decisivo y politizadas.

El testimonio de Alexander Alexander, un oficial escocés que se incorporó a los ejércitos republicanos y que combatió por la independencia, da cuenta que para 1820, en la víspera de la Batalla de Carabobo, las mujeres ya integraban una fuerza movilizadora.

“Las mujeres siempre adelante con uno o dos hombres atrás; mujeres trapeadas como hombres, con sus musculosas piernas y rostros atezados, luciendo un sombrero, camisas y pantalones de hombre, cortados a la altura de las rodillas; en realidad los habitantes de toda edad, sexo y color rodaban delante de nosotros en una masa, las mujeres de los soldados negros e indios cabalgando y caminando entre los hombres”, registró Alexander.

La historiadora Iraida Vargas-Arenas, nos aporta que para entonces “las mujeres acompañaban a los combatientes hombres y esas mujeres eran las que iban adelante, las llamaban las avanzadoras. Se adelantaban y creaban campamentos, entonces llegaba el cuerpo militar que dirigía las fuerzas del ejército y aprobaba los campamentos”.

Una de las mujeres que lució impecable en la Campaña de Carabobo y en su estrategia militar de contribución a la independencia, fue Josefa Camejo, a quien el general Rafael Urdaneta, le encomienda liberar la provincia de Coro.

Al mando de 15 hombres se alzó en armas, tomó la población de Baraived, y hace lo mismo en Pueblo Nuevo. Seguidamente toma la ciudad de Coro el 02 de mayo de 1821, como parte de las acciones de la Campaña de Carabobo.

Una de las heroínas que venía a escribir otra página de la historia fue Concepción Mariño, hermana del prócer de la independencia Santiago Mariño, y matrona financista de la causa independentista. Ella pudo garantizar desde Jamaica en 1821, armas, municiones y pertrechos para el ejército Libertador que ya se preparaba para la Batalla de Carabobo.

Desde los albores de la independencia, Concepción Mariño, dispuso su fortuna a favor de la causa. Así mismo ayudó siempre a los desposeídos, por lo que le llamaban “Magnánima Señora”.

Gregorio Riveros, cronista oficial del municipio Pampanito, en el estado Trujillo, se refiere al anonimato de las 200 mujeres que llegaron a Carabobo y expone que ellas se involucraron en campo de batalla.

“Su actuación consistió en acompañar, años tras años al ejército de Bolívar, no solo por seguir a sus esposos, ni porque habían esclavas que buscaban su libertad. Sobre todo, eran mujeres que creían en un ideal libertario, y que más que “troperas”, eran heroínas (…) expresa Riveros.

Refiere Fuentes compiladas: Marcos París del Gallego. La Batalla de Carabobo. Acervo Histórico de la Nación. Edición 1977, 1998. Caracas, que las 200 patriotas que estaban en el improvisado campamento de Carabobo, ayudaron en labores domésticas en la dura y decisiva jornada que circundó el 24 de junio de 1821.

“Eran de aquella cohorte de doscientas que, a pesar de la negativa de permitir su presencia en el campo de batalla, habían logrado burlar esta orden usando el uniforme de soldado y así, arrostrar junto a los seres de su afectuosa preferencia, todos los peligros. Mujeres que no temían ni a los fusiles, ni a las bayonetas, ni al fuego de la artillería, que nada les significaban en esa hora en que compartían un ideal de Patria» (…)”.

En torno a esto nos dice Vargas-Arenas que “esas 200 mujeres exigieron al alto mando militar que les permitieran participar, estos eran muy patriarcales y consideraban que esas mujeres no tenían brío, ni conocimiento, ni capacidad de combate, lo que era falso”.

T: Prensa Vicepresidencia